EL FENÓMENO DE EL NIÑO: UN SIMULACRO GENERAL PARA EL CAMBIO CLIMÁTICO
Qué
(quiénes) son ENOS y El Niño
Como es bien sabido, El Niño
constituye la llamada “fase cálida” de ENSO: El Niño Oscilación Sur, que es una
dinámica climática de carácter global, que en la práctica comprende dos fases:
una cálida, El Niño y una fría: La Niña.
Su aparición a través de
alguna de sus fases, se produce de manera “cuasi-periódica”, es decir, que no
ocurre con intervalos regulares, aunque “algunos
investigadores, aproximando cifras recogidas durante los últimos 50 años,
afirman que el periodo de retorno del fenómeno ENOS de cualquier intensidad
suele oscilar entre 3 y 5 años, mientras que el periodo de retorno de ENOS
intensos anda por los 15 a 20 años”.
En el norte del Perú El Niño se manifiesta con fuertes lluvias y desbordamiento de ríos. En 1982-83 destruyó grandes puentes, lo que dió origen a los "camareros", o hidro-transportadores en "cámaras" (neumáticos)
ENOS forma parte
de la llamada “variabilidad climática”, es decir, de esa característica de la
esencia del tiempo meteorológico (el que tiene lugar en la troposfera, “la capa de los cambios”), que consiste
en estar cambiando de manera permanente. El clima también comparte esa
característica (por eso se llama “variabilidad climática”) pero sus cambios se
producen en periodos mucho más largos que los del tiempo atmosférico; para
poder “definir” el clima de una región se requiere que haya en ella unas
condiciones más o menos estables durante un periodo no menor a 30 años.
Convencionalmente
se ha adoptado el término “cambio climático” para referirse al conjunto de
efectos que genera el impacto de la actividad humana (emisión de gases de
efecto invernadero, deforestación, etc) sobre los sistemas interconectados de
cuya interacción surgen el clima y el tiempo: atmósfera, hidrósfera, criósfera
(hielo, nieve)… En general: la biósfera.
Guía de LA RED para la Gestión Radical de riesgos asociados con el fenómeno ENOS
Uno de los
posibles impactos del cambio climático sobre la variabilidad climática puede
ser que El Niño y La Niña se presenten de manera más frecuente o con características
más extremas, que generen un impacto mayor. En este momento, sin embargo, nadie
podría afirmar con absoluta certeza que La Niña 2010-2011 que produjo tantos
estragos en Colombia, o que El Niño que tiene una muy alta probabilidad de
afectar al país a partir del segundo semestre de este año, sean expresiones “normales”
de la variabilidad climática, o si ya reflejan la influencia del cambio
climático.
Ese próximo El
Niño se viene formando desde hace varios meses y su principal síntoma es el
incremento de las aguas superficiales del Pacífico ecuatorial frente a las
costas, principalmente, de Ecuador y Perú. Afirman las instituciones nacionales
e internacionales que estudian el tema, que también existe probabilidad de que
sea uno de los más fuertes que, hasta ahora, hayan afectado al país.
El Niño se expresa de manera diferente en distintas regiones del
país
El Niño no se
manifiesta de la misma manera en las distintas regiones de América del Sur, e
incluso tampoco en todas las regiones de Colombia. En Ecuador y Perú ha
generado en el pasado un incremento exagerado de las lluvias, con los
consecuentes desbordamientos de ríos, inundaciones, destrucción de puentes,
etc. Pero además, pérdidas económicas y traumatismo social, especialmente en
las comunidades de pescadores, pues la elevación de la temperatura de las aguas
del mar se traduce en una notable reducción de las poblaciones de peces y otros
“frutos del mar”. Ese aumento de las lluvias también ha incrementado la
productividad de algunas zonas normalmente muy secas del norte del Perú, lo
cual constituye una ventaja, que lamentablemente no compensa las enormes
pérdidas que genera en otros lugares. Recordemos que quienes primero
denominaron “El Niño” a este fenómeno, fueron los pescadores peruanos, que
sabían que solía presentarse en la época de Navidad (como “el veranito del
Niño” en Popayán).
En el sur de
Colombia y especialmente en la Costa Pacífica, El Niño también se ha
manifestado en el pasado con aumento del oleaje, elevación del nivel del mar,
deterioro de corales, aumento de lluvias, desbordamiento de ríos e incremento
de la temperatura ambiental. O sea, más calor y más humedad.
En las regiones
Andina y Caribe, en la Orinoquia y en algunas partes del Amazonas, El Niño se
ha manifestado con reducción de la pluviosidad, sequía, incremento de la
temperatura diurna y descenso de las temperaturas nocturnas y al amanecer (lo
cual se traduce en heladas que afectan de manera grave a los agricultores
andinos), deterioro de los suelos por disminución de la humedad, incendios
forestales, baja producción o pérdida de cosechas, encarecimiento de alimentos
y todos los demás efectos que se derivan de la falta de agua. Lo poco que queda
de los casquetes de nuestros nevados por supuesto que también va a lesionar. En
todas las regiones se generan, además, cambios en los patrones de morbilidad,
pues al cambiar las condiciones del ambiente cambian también muchas de las
afecciones –físicas y sicológicas- que se suelen presentar.
Tras el “apagón”
que duró varios meses y que afectó de manera tan grave a Colombia en 1992-1993
(que también tuvo efectos positivos como el programa “La Luciérnaga”, la
recuperación de espacios y momentos para la reunión familiar y el
descubrimiento para mucha gente de que también brillaban las estrellas en el
cielo de las grandes ciudades), el sector energético se fortaleció a través de
distintas estrategias para reducir su vulnerabilidad frente a los extremos
climáticos, entre otras la diversificación de sus fuentes. Este es un muy buen
ejemplo no solamente de medidas de gestión del riesgo frente a un fenómeno como
El Niño, sino de adaptación al cambio climático. O sea que hoy resulta menos
probable que el fenómeno de El Niño se traduzca en un fuerte racionamiento de electricidad
(aunque no descarto la necesidad de medidas para economizar).
En varias
entrevistas recientes el Director del IDEAM y otros funcionarios han comentado
los planes de contingencia que se están adoptando en distintos sectores del
Estado (en particular en el energético, el de acueductos, el sector salud y en
general en todas las instituciones que conforman el Sistema Nacional Ambiental
y el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo), para enfrentar los efectos del
fenómeno de El Niño. Por ejemplo
Torre de energía en Popayán
De acuerdo con
los escenarios de cambio climático que se han elaborado en el país, lo más
probable es que en el futuro, en las mismas regiones en las cuales El Niño se
manifiesta a través de una reducción de las lluvias y por ende de la
disponibilidad de agua para los ecosistemas y las comunidades, ese sea el
efecto permanente del cambio climático.
O sea que este
El Niño que viene va a constituir una especie de “simulacro general” para
evaluar no solamente qué tan bien preparado está el país para enfrentar unas
emergencias puntuales, sino qué tan adaptados estamos para convivir sin
traumatismos con esa nueva realidad le les impone a nuestros territorios el
cambio climático,
Obras de
infraestructura como reservorios de agua de distintos tamaños, canales, diques
y otras son necesarias y útiles para la adaptación, siempre cuando se lleven a
cabo como parte de estrategias integrales de gestión del territorio. Entre
otras razones, porque deben reducir la vulnerabilidad frente a todos los
extremos, tanto aquellos producidos por exceso de agua como por carencia de
ella. De lo contrario va a ocurrir lo que ya estamos viendo en varias partes
del país, donde poblaciones que en La Niña estuvieron cubiertas de agua, luego
de lo cual se realizaron en ellas grandes inversiones, hoy, aún antes de El
Niño, sufren por los efectos de la sequía.
Un “ordenamiento del territorio alrededor del agua”, como el que plantea el POT de Bogotá
(lamentablemente hoy suspendido), será necesario en todo el país para que
podamos convivir con extremos climático. Ese plan no respondió a un embeleco
del Alcalde Petro sino a un estudio cuidadoso y sistemático de la manera como
deben transformarse las relaciones entre las dinámicas humanas y las de los
ecosistemas de los cuales dependemos y con los cuales compartimos (0 más bien:
somos) el territorio.
Valores para la convivencia entre nosotros y con los ecosistemas
Algo a lo cual
se le debe poner mucho más énfasis, es a la necesidad de generar ambientes de
convivencia en los cuales sea posible recuperar y fortalecer valores como la
Identidad, el sentido de Pertenencia, la Solidaridad, la Equidad, la
Reciprocidad y la Hospitalidad del territorio, no solamente con los que vienen
de afuera sino con quienes formamos parte de él. Todo esto, entre otros
propósitos, con el objeto de que podamos aprender a transformar los conflictos,
particularmente aquellos relacionados con el agua y con el acceso a suelos
fértiles y a climas habitables. A medida que se vayan haciendo más evidentes
los efectos de los extremos climáticos, en esa medida aumentarán los
desplazados ambientales, incluyendo los que he llamado “desplazados in situ”:
aquellos grupos de población que si bien no cambian de coordenadas, se
encuentran de repente viviendo en territorios que se han transformado tanto que
ya son incapaces de reconocer y de reconocerse dentro de ellos. Esto ocurre ya
en muchos lugares de colombia y no tanto por ahora como resultado del cambio
climático sino de la manera como se llevan a cabo muchos proyectos de
desarrollo.
Recordemos que
Colombia tiene el vergonzoso record de ser uno de los países del mundo con
mayor cantidad de minas antipersonales sembradas
en el territorio. En varias veredas el pozo de agua ha sido minado por actores
armados fuera de la ley, como una manera de ejercer control del territorio y de
evitar que integrantes de las Fuerzas Militares se abastezcan en ellos. Las que
en últimas terminan siendo más perjudicadas son las comunidades que pierden el
acceso a su agua, con todas las consecuencias desastrosas que se derivan
de ahí. Esto ocurre hoy sin El Niño y sin cambio climático. ¿Qué puede suceder
en esos y en otros territorios, cuando se incremente la competencia por unos
recursos y unas condiciones que han posible la vida con calidad y dignidad?
Transformar la
manera sangrienta como tramitan esos y otros conflictos actuales y los que
están por venir, se resume en dos palabras: LA PAZ.
Sin no hay paz
en Colombia tampoco será posible una verdadera adaptación al cambio climático.
Y así mismo, tampoco habrá una verdadera paz si no se redefinen las prioridades
del desarrollo y la manera como la Colombia urbana se relaciona hoy con los territorios
que ocupan las ciudades y con la Colombia rural.
Dejo por ahora
simplemente mencionada otra dimensión del desafío adaptativo, estrechamiento
ligado con la paz: la posibilidad que nos debe ofrecer el territorio para
obtener seguridad y salud afectiva, emocional y cultural. Lo resumo con el
título de un bello libro boliviano, escrito por el alemán Stephan Rist: “Si
estamos de buen corazón, siempre hay producción”.
Sobre esto
conversamos en una próxima oportunidad.
Bogotá, Junio 14 de 2014
2 Comments:
ántes del racionamiento del 92 hubo un racionamiento a mediados de los ochenta, lo recuerdo gratamente porque en ésa época salíamos con mi hermano a jugar escondidas, y el rejo quemao, la alegría terminaba justo en el momento en que llegaba la luz.
http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=3183
Antes del racionamiento del 92 hubo uno a mediados del los 80, lo recuerdo gratamente porque salíamos con mi hermano a jugar escondidas y rejo quemao a la hora del racionamiento, la alegría del momento terminaba en el momento justo que llegaba la luz.
http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=3183
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