EL CONCEPTUARIO DE LA SOSTENIBILIDAD
Documento presentado por Gustavo Wilches-Chaux en la reunión del Comité Consultivo de Expertos del "Programa para el
Desarrollo de Capacidades para el Mejoramiento de Política Pública y Procesos
de Planeamiento y Gestión del Desarrollo Regional y Territorial en América
Latina" que coordina el Centro de las Naciones Unidas para el Desarrollo Regional UNCRD (Bogotá, Mayo 2 y 3 de 2013)
Las opiniones expresadas en este artículo solamente comprometen al autor
Introducción
Desde que en 1987
apareció por primera vez el concepto de “desarrollo sostenible” en el Informe
de la Comisión Brundtland titulado “Nuestro Futuro Común”, la palabra
“sostenibilidad” se ha vuelto de uso obligatorio en cualquier discurso que,
directa o indirectamente, tenga que ver con el desarrollo. Su definición más
sencilla, o por lo menos la más conocida, afirma que es “una manera de llevar a
cabo el desarrollo que permite satisfacer las necesidades de las generaciones
actuales sin afectar el derecho de las próximas generaciones a satisfacer sus
propias necesidades”. Esa definición vincula a la sostenibilidad el concepto de
“responsabilidad intergeneracional”, que sin duda alguna es importante y forma
parte esencial de la misma. Sin embargo no describe totalmente el significado y las implicaciones actuales,
multidimensionales y concretas, que el concepto debería tener en la práctica.
Lo mismo sucede con
otras palabras que han venido tomando cada vez más auge académico, político,
social -y sobre todo mediático-, pero que a fuerza del uso y el abuso, muchas
veces corren el peligro de convertirse en muletillas carentes de contenido y de
compromiso real en la forma como se toman, ejecutan y evalúan las decisiones
del desarrollo. Se pueden volver formalismos vacíos que sirven de cortinas de humo verde para continuar
llevando a cabo, detrás de las mismas, actividades depredadoras de los
ecosistemas, y de la identidad y la calidad integral de la vida de las
comunidades humanas.
Podríamos comenzar el
listado con la palabra misma “desarrollo”, o con “libertad” y “democracia”, en
nombre de las cuales se suelen cometer tantos atropellos, pero vamos a
limitarnos a algunas que por su condición de ingredientes de nuestro trabajo
cotidiano, suelen estar presentes de manera permanente en nuestros propios
discursos.
Una, por supuesto, es
“sostenibilidad” (y no vamos a caer en la discusión bizantina sobre si
significa o no lo mismo que “sustentabilidad” o si una de las dos es más
correcta que la otra).
Otra es “seguridad”
como parte de los conceptos de “seguridad humana” y “seguridad territorial”. Otra:
“resiliencia”. Otras: “gobernabilidad” y “gobernanza”. Otra, sin la cual sería
imposible entender las implicaciones reales de las anteriores, es
“participación”. Y por último, “igualdad” y “equidad”, “integración” y
“coordinación”.
Concertaciones entre actores humanos y entre nosotros y los
ecosistemas del territorio
Cierto es que este
listado es apenas una primera aproximación a la lista de muchísimas palabras
que requerirían el mismo tipo de análisis (algunas de las cuales van a aparecer
en los párrafos que siguen), como también lo es que estas son apenas unas
reflexiones iniciales que lejos de agotar el debate o de pretender establecer
unas definiciones inamovibles (lo cual no solamente sería imposible sino además
indeseable), busca llamar la atención sobre el cuidado que debemos tener cada
vez que acudamos a ellas y que las utilicemos para tomar decisiones o para
establecer acuerdos entre actores humanos. Porque lo cierto es que mientras
nosotros podemos quedar satisfechos con el cumplimiento de ciertos formalismos
que determinan que nuestro discurso sea políticamente
correcto, y con la observación de ciertos requisitos de estilo que
satisfacen a públicos amplios y que permiten, al menos en las apariencias,
reducir la distancia entre posiciones encontradas, también lo es que los
territorios, y muy especialmente el componente ecosistémico de los mismos,
tienen y expresan cada vez con más fuerza sus propias prioridades y sus propias
dinámicas. Es decir, que hoy no basta que lleguemos a acuerdos “satisfactorios”
entre los actores humanos, sino que de los mismos deben formar parte activa, con voz y voto, los ecosistemas, sus
distintos componentes (principalmente el agua) y sus dinámicas. Los ecosistemas
deben estar totalmente de acuerdo con la manera como se realizan las
concertaciones entre humanos.
Ese conjunto de
procesos y fenómenos que hoy englobamos bajo el nombre de “cambio climático”
son la expresión en los territorios, de lo que el “movimiento de los
indignados” es para las sociedades humanas: la protesta de los sistemas concatenados del planeta
(litósfera, hidrósfera, criósfera, atmósfera, biósfera) por la manera como las
actividades humanas y particularmente el uso excesivo de combustibles fósiles y
los cambios en los usos del suelo, están alterando los equilibrios dinámicos que a lo largo de millones de años han venido
alcanzado esos sistemas. O si se quiere: el cambio climático es el resultado de
los ajustes que el sistema de autorregulación del planeta (conformado por todos
los sistemas concatenados) está realizando como respuesta a las nuevas
condiciones generadas por las intervenciones humanas.
¿Cómo se puede
garantizar que el territorio, sus ecosistemas y sus componentes naturales, como
el agua, participen con voz y voto en
las decisiones humanas?
Existe una gama muy
amplia de espacios y de herramientas, que van desde los estudios de impacto
ambiental y los análisis y escenarios de riesgo, hasta el conocimiento
acumulado en la memoria individual y colectiva de las comunidades, a través de
todas las maneras como esta se almacena y se expresa: conocimiento científico
construido desde el saber y la experiencia tradicionales (que incluye, por
ejemplo, los llamados bio-indicadores), mitos y leyendas surgidos de la
convivencia con el medio y sus dinámicas, testimonios de los miembros de más
edad en la comunidad, “sentido común” de quienes, sin conocer el término,
tienen que llevar a cabo una gestión cotidiana del riesgo como una forma de
sobrevivir a las múltiples amenazas que enfrentan, etc.
A través de verdaderos
diálogos de saberes (cuyo
pre-requisito son los diálogos de
ignorancias en los que cada dialogante reconoce los límites de su saber) se
pueden establecer relaciones mutuamente respetuosas entre el saber académico,
científico y técnico, y el saber tradicional, a partir de los cuales se puedan
construir nuevos conocimientos compartidos y sobre todo con sentido real –en
sus territorios específicos- para las comunidades locales.
TERRITORIO
Vamos a comenzar
nuestra reflexión con esta palabra, pues es en territorios concretos donde los
distintos conceptos que queremos analizar adquieren su verdadero significado,
que no es el mismo para todos los territorios. De hecho, una primera propuesta
es que el territorio, en sus distintas escalas, debe ser tomado como unidad de
decisión, acción y evaluación de la validez, pertinencia y efectividad de cada
uno de esos conceptos.
Para los efectos que
nos ocupan (y sin entrar a cuestionar las muchas definiciones que ya existen de
la misma la palabra), entendemos por territorio al resultado emergente de las interacciones permanentes entre las
dinámicas de los ecosistemas y las dinámicas de las comunidades (incluidas las
instituciones) que confluyen a un mismo tiempo en un mismo espacio físico.
Es decir, que no nos referimos solamente al espacio físico sobre el cual
tienen lugar las actividades humanas, sino a un ser vivo y complejo, surgido de las interacciones entre sistemas
vivos e igualmente complejos.
Muchas de las
interacciones son de tipo lineal de causa-efecto, pero debido a los mecanismos
de retroalimentación negativa o positiva existentes en todo sistema/proceso, lo
que en un momento es “efecto”, en el momento siguiente se convierte en “causa”
que modifica la interacción inicial o que influye sobre otras interacciones y
dinámicas. Por ejemplo: existe una relación lineal de causa-efecto entre el
hecho de talar un bosque de alta montaña y el deterioro de la capacidad de ese
bosque para prestar servicios ambientales, como son la moderación del impacto
de las lluvias fuertes sobre los suelos y su capacidad para almacenar y liberar
agua gradualmente. Esto se traduce en que una temporada de lluvias fuertes puede
causar deslizamientos e inundaciones en la cuenca correspondiente, como
consecuencia de lo cual se pueden
producir desastres que generan pérdidas económicas y de vidas humanas y, en un
plazo más largo, empobrecimiento de suelos y desplazamiento de los campesinos
afectados hacia las ciudades.
Como consecuencia de lo
anterior, una misma causa (o intervención) puede generar diversos efectos
(sinergias) tanto sobre los factores que participan en la interacción o sobre
la interacción misma, como sobre otras interacciones y factores o sobre el
sistema/proceso más amplio (jerárquicamente superior), del cual forma parte. En
este caso: el territorio entero.
A esto hace referencia
la definición que afirma que un sistema complejo es aquel altamente sensible a
las “condiciones iniciales”, pues indica que grandes o pequeños cambios en
cualquiera de los factores o de las interacciones “locales” que conforman el
sistema/proceso, pueden generar grandes cambios en el “resultado” de la
totalidad del sistema/proceso. En esto se basa la confianza en que a través de
intervenciones locales acertadas, se puedan generar grandes cambios en la
totalidad del sistema/proceso, en este caso, el territorio. [1]
Seguridad territorial
De la mencionada concepción
del territorio se deriva la SEGURIDAD TERRITORIAL
Es un concepto “de doble
vía”, que desde el punto de vista del desarrollo,
se entiende como la capacidad de un territorio para ofrecerles a sus
habitantes humanos las condiciones de “estabilidad”[2]
necesarias para avanzar de manera efectiva en el aprovechamiento integral de
sus capacidades; y a los ecosistemas las condiciones de “estabilidad”
necesarias para que puedan conservar su integridad y biodiversidad y, en
consecuencia, para que puedan existir y evolucionar de acuerdo con su propia
naturaleza.
De esto depende, entre otras cosas, que esos mismos ecosistemas
conserven su capacidad para ofrecernos a los seres humanos (sin deteriorarse
más allá de su capacidad de recuperación) los recursos y servicios ambientales
que requerimos para satisfacer nuestras propias necesidades.
Desde
el punto de vista de la gestión del
riesgo, la seguridad territorial es la capacidad de un territorio para
ofrecerles tanto a sus habitantes humanos como a los ecosistemas que
interactúan con ellos, determinadas condiciones de “estabilidad”, que impiden
que amenazas de distinto origen (naturales, socio-naturales, antrópicas)
procedentes de propio territorio o del exterior, puedan convertirse en riesgos,
que eventualmente se vuelvan desastres.
Y
desde el punto de vista de la adaptación
al cambio climático, es el fortalecimiento de la resiliencia[3]
de un territorio, o sea de la capacidad de sus ecosistemas y de sus comunidades
para absorber sin traumatismos los efectos del cambio climático (y de otras
amenazas no necesariamente ligadas a ese fenómeno global), y para recuperarse
adecuada y oportunamente de los impactos negativos que esos efectos puedan
causar.
La seguridad territorial es
el resultado de las interacciones entre una serie de “clavos” o factores, que
conforman una red o “telaraña” que es
el territorio seguro. No vamos a describir aquí cada uno de esos factores, pero
sí a resaltar que más importantes aún que los “clavos” son las interacciones
que se generan entre ellos. En un territorio seguro la debilidad de algunos
“clavos” que en un territorio determinado puedan ser débiles, se compensa con
interacciones fuertes que los vinculen a factores fuertes.
FACTORES
E INTERACCIONES GENERADORAS DE TERRITORIOS SEGUROS
Incluidos
esos “microterritorios que son la comunidad y la familia
SEGURIDAD ECOLÓGICA: Capacidad de los ecosistemas para ofrecer recursos y prestar
servicios ambientales
SEGURIDAD SOCIAL: Capacidad para ejercer derecho a vivienda, salud, educación,
comunicación, recreación
SEGURIDAD ECONÓMICA: Capacidad para acceder a la riqueza y para generar riqueza
SEGURIDAD ENERGÉTICA: Capacidad para acceder a energía sana para personas y
ecosistemas
SEGURIDAD JURÍDICA-INSTITUCIONAL: Existencia de un “Estado de Derecho” – Protección
Eficaz a DDHH
SEGURIDAD ORGANIZATIVA: Capacidad para organizarse y para la partricipación
organizada y eficaz
SEGURIDAD, SOBERANÍA Y AUTONOMÍA ALIMENTARIA: Producir y controlar alimentos estratégicos
SEGURIDAD EMOCIONAL, AFECTIVA Y CULTURAL: Capacidad del territorio para fortalecer sentido de
IDENTIDAD – Ejercicio de Valores de
Pertenencia, Solidaridad, Equidad, Reciprocidad, Hospitalidad
El concepto de
seguridad territorial reconoce e incorpora el de seguridad humana, cuyo
objetivo se define como “Proteger la esencia vital de todas las vidas humanas
de una forma que se realcen las libertades y la plena realización del ser humano”.
Los dos conceptos no son exactamente lo mismo, sin embargo, pues para la
seguridad territorial los ecosistemas y sus dinámicas no son solamente un
factor que contribuye a “la necesidad (humana) de disponer de un ambiente
físico saludable” (seguridad ambiental), sino que, como se vio anteriormente, constituyen,
junto con la dinámica de las comunidades, uno de los dos componentes inseparables
de cuya interacción permanente surge el territorio seguro. Por otra parte, para
la seguridad territorial todos los factores que aparecen en los óvalos de ambas
gráficas son factores ambientales, puesto
que el ambiente no es sólo “lo ecológico”, sino todo aquello dentro de lo cual
se desarrolla la existencia de los seres humanos como de los ecosistemas. La
ausencia de “seguridad política”[4], por
ejemplo, puede hacer que el ambiente resulte tan invivible como la ausencia de
agua potable o de aire respirable.
En UNCRD, sin embargo,
encontramos que más útil y más importante que embarcarnos en discusiones
conceptuales estériles sobre cuál de los dos conceptos es más acertado, era
aprovechar los aprendizajes derivados de la puesta en práctica de la seguridad
territorial y de la seguridad humana como conceptos-herramientas de análisis y
como marcos orientadores para contribuir a fortalecer las capacidades
ecológicas, comunitarias e institucionales en territorios concretos. Por eso no
encontramos problema (aunque podamos incurrir en redundancia) en hablar de
seguridad humana/territorial.
SOSTENIBILIDAD
Más allá de las
diferentes definiciones que existen de sostenibilidad, en la práctica implica
que en cualquier decisión que se tome y en cualquier acción que se ejecute
sobre un territorio, se tenga en cuenta la necesidad de mantener en lo posible
una relación dinámicamente armónica –un equilibrio dinámico- entre los
distintos factores de que depende la seguridad humana/territorial. Como se
indicó anteriormente, las interacciones entre esos factores tejen esa red o telaraña que es el
territorio seguro, la cual debe ser capaz de resistir sin traumatismos los
efectos -a veces simultáneos- de amenazas de distintos orígenes (resistencia),
y de facilitar la recuperación oportuna y adecuada del territorio y de sus
componentes después de que haya sido afectada por cualquier desastre o crisis
que no se haya podido evitar (resiliencia).
La sostenibilidad no
es un producto como tampoco es un punto de llegada estático: es un proceso
permanente de ajustes que se deben realizar cada vez que una determinada acción
sobre cualquiera de los factores o de las interacciones que los vinculan entre
sí, cambian el estado general del sistema territorio o de cualquiera de los
factores que lo conforman.
Al igual que al “armar” el Cubo de Rubik no todas las piezas avanzan al mismo tiempo en la misma dirección, y que al colocar alguna pieza en su sitio se van a “descolocar” otras que ya habíamos puesto en la posición en que deben quedar con el cubo organizado, así mismo la gestión de la sostenibilidad o del desarrollo sostenible (que no debería ser distinta de la gestión integral del riesgo o de la gestión ambiental) es necesario un monitoreo permanente de la manera como cualquier decisión o acción influye sobre el sistema como totalidad y sobre cada uno de sus componentes (factores e interacciones).
Si una decisión hace avanzar un factor (por ejemplo el económico) pero como resultado de la misma retroceden otros (por ejemplo el ecológico), es necesario tomar medidas inmediatas para que el factor que ha retrocedido se pueda recuperar. Y al contrario: si una decisión que favorece la protección de un ecosistema estratégico genera desempleo, es necesario buscar estrategias para que las personas afectadas recuperen su seguridad económica en el menor tiempo posible.
Si una decisión hace avanzar un factor (por ejemplo el económico) pero como resultado de la misma retroceden otros (por ejemplo el ecológico), es necesario tomar medidas inmediatas para que el factor que ha retrocedido se pueda recuperar. Y al contrario: si una decisión que favorece la protección de un ecosistema estratégico genera desempleo, es necesario buscar estrategias para que las personas afectadas recuperen su seguridad económica en el menor tiempo posible.
Ese es el tipo de compromiso ético-político que debe asumir
quien en su discurso introduzca palabras como seguridad ecológica, seguridad
territorial o sostenibilidad.
Gobernabilidad y gobernanza
En términos
sencillos se puede afirmar que gobernabilidad es la susceptibilidad que tiene
un territorio para ser gobernado o, a
contrario sensu, la capacidad efectiva que tienen las autoridades para
gobernar. Y gobernanza es la construcción de
acuerdos entre los actores institucionales y sociales que comparten un
territorio o que tienen intereses en el mismo o en los recursos y servicios que
el territorio provee.[5]
Como es obvio, la
gobernabilidad más efectiva se logra cuando quienes son gobernados reconocen la
legitimidad del gobernante y los beneficios colectivos de las decisiones que
este toma. Si los gobernados han sido consultados antes de tomar una decisión o
si de una u otra manera esa decisión lo que hace es reconocer, legitimar y
dotar de apoyo estatal los acuerdos a que previamente han llegado los
gobernados entre sí y con la autoridad, casi que está garantizada la
gobernabilidad. Es decir, que gobernanza equivale a gobernabilidad basada en
una verdadera participación.
Participación (+ Información +
Corresponsabilidad)
Por participación
entendemos la capacidad que tienen los integrantes de un territorio para
intervenir de manera efectiva en las decisiones que los afectan. En otras
palabras, el hecho de que su intervención en el proceso de toma de decisiones
determine que la decisión no sea la misma que se hubiera tomado si los
afectados no hubieran formado parte de ese proceso. La participación no es
solamente un proceso formal mediante el cual quienes toman una decisión les
informan a los afectados (positiva o negativamente) cuál es el proceso en que
se encuentran comprometidos y cuál es la decisión que van a tomar o que ya
tomaron, sino un espacio de diálogos (por lo general entre muchos actores con
intereses contrapuestos) que permite que todos los puntos de vista, todos los
intereses y todas las particularidades sean tenidas en cuenta en el proceso de
toma de decisión.
La verdadera
participación requiere de una serie de insumos, el principal de los cuales
posiblemente es la información. No es posible participar sin
información, la cual debe llenar una serie de requisitos: estar de manera
oportuna en manos de quien la necesita, ser accesible (que efectivamente pueda obtenerla),
ser comprensible (que tenga sentido, que pueda ser “digerida” y aprovechada),
ser veraz. Por otra parte, la participación es un proceso de comunicación
multilateral, lo cual quiere decir que quien en un momento es receptor de
la información que otro provee, en el momento siguiente debe ser generador de
información, la cual debe ser tenida en cuenta por el interlocutor.
Para los efectos de
sostenibilidad y seguridad humana/territorial que nos ocupan, y considerando
que los ecosistemas y sus componentes naturales (especialmente el agua) también
forman parte integral del territorio, resulta absolutamente necesario que estos
últimos también participen y sean tenidos en cuenta por las buenas en todas las decisiones que puedan afectar de una u
otra manera al territorio.
El agua y los demás componentes naturales de
los ecosistemas tienen derecho a la participación. Más allá de una discusión de carácter filosófico o
legal (algunas constituciones nacionales como la de Bolivia y la del Ecuador ya
le reconocen expresamente derechos al agua y a otros elementos y sistemas
naturales), este principio es de carácter práctico. Casi sin excepción, los mal
llamados “desastres naturales” se pueden entender como resultado inevitable de
que al tomar decisiones humanas los ecosistemas y sus componentes no han sido
tenidos en cuenta por las buenas, lo
cual los obliga a protestar por las
malas.
El compromiso ético-político que se deriva del uso de
la palabra participación es, entonces, generar espacios y oportunidades para
que quienes puedan ser afectados por una decisión, estén en capacidad de intervenir de manera
activa y efectiva en la misma; condiciones que propicien que quienes pertenecen a un
territorio fortalezcan su capacidad de control sobre sus propias vidas en
ese territorio.
La contrapartida de
la verdadera participación es la corresponsabilidad.
Si yo soy coautor de una decisión que me afecta y la misma genera efectos
negativos para mí o para los demás, yo debo asumir la cuota de
corresponsabilidad que me corresponde y contribuir proactívamente para resolver
los problemas que esa decisión haya podido generar.
El uso de la palabra
participación en el discurso del desarrollo también implica que los componentes
no humanos que conforman el territorio también sean tenidos en cuenta. Una
aplicación práctica de esto es, por ejemplo, la manera de entender y de
ejecutar el “ordenamiento territorial”: no se trata de acomodar el territorio y
sus dinámicas naturales a las prioridades y a los intereses humanos, sino de
ajustar las actividades humanas a las características, limitaciones, exigencias
y posibilidades de los ecosistemas.
El uso de obras de
infraestructura de distintas dimensiones (diques, presas, etc.) debe servir para
ayudarnos a los seres humanos a adaptarnos a las dinámicas de los ecosistemas.
Si pretendemos utilizarlas para subyugar esas dinámicas, tarde o temprano vamos
a perder. En aras del principio de la
reciprocidad, si en algún momento afectamos la integridad de un ecosistema
o de uno de sus componentes naturales, debemos tomar medidas para compensarle
el impacto que le hemos causado y para que pueda reestablecer su equilibrio
dinámico.
Bien entendido y
aplicado, el principio según el cual “el que contamina paga”, tiene ese
objetivo: no es solamente pagarle una multa a la autoridad ambiental, sino
contribuir de manera eficaz a generar condiciones para que el ecosistema pueda
recuperar su equilibrio dinámico.
Equidad e Igualdad
Es la posibilidad que
tienen los distintos integrantes de un territorio para acceder a las
condiciones de las cuales depende su seguridad humana/territorial. Como una de
las características de los individuos y de los grupos humanos es su diversidad,
por equidad se debe entender la igualdad de oportunidades para ejercer
integralmente los derechos humanos sin que como requisito previo se les exija a
los sujetos de esos derechos renunciar a
sus particularidades y a su diversidad.
Las mujeres y los
hombres tienen básicamente los mismos derechos no porque sean “iguales”, sino
precisamente porque son diferentes, lo cual también determina que también los
derechos deben reclamarse y ejercerse de acuerdo con el llamado “enfoque
diferencial”.
Lo mismo se puede
decir de los distintos grupos étnicos y culturales: los blancos, los mestizos,
los indígenas, los afrodescendientes y todos los grupos étnicos que comparten
un territorio no deben tener acceso a los mismos derechos porque sean “iguales”
sino precisamente porque son diferentes y porque uno de esos derechos es el
derecho a la diversidad, al enfoque diferencial.
El compromiso ético-político que se deriva del uso de la
palabra equidad implica, entonces, que en las decisiones sobre el desarrollo se
incluyan medidas efectivas para que todos los grupos humanos que conforman el
territorio fortalezcan su capacidad (o la recuperen si ha sido vulnerada) de contar
con las condiciones necesarias para acceder integralmente a la seguridad
humana/territorial.
Integridad y Coordinación
Pensamos que las
reflexiones anteriores –y las que surgirán durante el foro que nos convoca-
permitirán entender también las implicaciones políticas, éticas y de gestión
concreta sobre el territorio que tiene la declaración final de Río+20 cuando
resalta "la necesidad
de una planificación y toma de decisiones coherente e integrada
entre las instituciones del nivel nacional, regional y local y la necesidad de
fortalecer la capacidad de las instituciones de todos los niveles o los órganos
y procesos multiactores preocupados por el desarrollo sostenible, incluida la coordinación
para facilitar la integración efectiva de los tres pilares/dimensiones del
desarrollo sostenible".
Es necesario reconocer
que en la práctica muchos proyectos adelantados o apoyados por organismos del
sistema de cooperación internacional, por agencias del Estado o por
organizaciones no gubernamentales, se rigen más por las prioridades, los
procedimientos y los tiempos de los respectivos “intervenidores”[6], que por
las particularidades mismas de los territorios en donde estos se llevan a cabo,
que incluyen las prioridades de las comunidades, sus ritmos de vida y las
dinámicas de sus ecosistemas. La competencia
entre chalecos dificulta la integración y la coordinación entre las
distintas agencias nacionales e internacionales presentes en un territorio. No
es extraño que, al interior de una misma institución, no exista unidad de
visión y de objetivo entre sus distintos departamentos o divisiones temáticas,
ni conexión entre quienes se encargan del trabajo “en emergencias” con quienes
impulsan procesos de desarrollo.
El
concepto-herramienta de “territorio” permite construir partituras comunes entre
actores institucionales y comunitarios que facilitan la integridad y la
coordinación. Cada instrumento musical suena
de acuerdo con “su naturaleza” y su identidad, pero lo hace con el claro
objetivo de participar en la obtención de un objetivo común, bajo la
orientación de una partitura compartida.
Como advertimos al
principio, los párrafos anteriores no tiene la pretensión de ser un documento
académico ni de agotar las posibilidades semánticas de los términos
seleccionados de manera un poco arbitraria y con el único criterio de ser
comunes en nuestro trabajo cotidiano. Son simplemente una invitación a
reflexionar sobre la importancia de que cada concepto corresponda a unos
compromisos concretos, lo cual contribuirá a generar confianza no solamente en
las palabras sino especialmente en quienes las utilizamos.
La construcción de territorios seguros en un escenario de
crisis globales y locales
La humanidad está
enfrentando en este momento de su historia, desafíos inéditos. Siempre ha
habido guerras, hambrunas, desastres, pero posiblemente lo que hoy marca la
diferencia es que el planeta en general y los territorios en particular, que
antes eran meros escenarios pasivos de la actividad humana, hoy se están
pronunciando con fuerza y claridad. Ya mencionamos al principio la percepción
en el sentido de que ese conjunto de procesos y fenómenos que hoy englobamos
bajo el nombre de “cambio climático” sea la expresión en los territorios, de lo
que el “movimiento de los indignados” es para las sociedades humanas: manifestación de inconformidad y decisión de construir unos nuevos tipos de relaciones para
una nueva realidad.
Existen en este
momento en el planeta múltiples
calentamientos globales: el climático; la crisis financiera internacional
que afecta de manera muy grave al “mundo desarrollado”, con implicaciones
significativas para el resto del mundo; la crisis alimentaria que azota a
millones de habitantes de la Tierra, particular, pero no exclusivamente, en el
África; el incremento de la voracidad sobre los recursos mineros; el
reconocimiento de la importancia estratégica del agua para la viabilidad del
planeta y las tensiones sobre quién y cómo se debe ejercer el control sobre la
misma (¿derecho humano fundamental o mercancía privatizable cuyo acceso debe quedar
el mercado?); el incremento de la población humana (aproximadamente 7.300
millones de habitantes a la fecha de hoy, 1.300 más que en el año 2000); la
creciente urbanización del planeta sin estrategias claras para garantizar una
relación de simbiosis y no de parasitismo entre lo urbano y lo rural (más de la
mitad de los habitantes de la Tierra vivimos hoy en cascos urbanos); el
crecimiento de los arsenales nucleares y la aparición de nuevos actores con
capacidad de realizar un ataque nuclear; etc.
A nivel local, son
muchas las comunidades de países como Colombia, que debe enfrentar múltiples
amenazas, a veces de manera simultánea, algunas desencadenadas por procesos
hidrometeorológicos, sismos o volcanes en actividad, otras por causas
antrópicas como la violencia armada, el narcotráfico (y el llamado microtráfico), el desempleo, el
desplazamiento, las necesidades básicas insatisfechas, e incluso los efectos de
megaproyectos que se deciden y llevan a cabo pasando por encima de los actores
locales y que terminan por expulsarlos del territorio.
Tanto a nivel
planetario, como local, entonces, es indispensable llenar de sentido ético y
político los conceptos con que pretendemos acercarnos tanto a los grandes
procesos generadores de crisis actuales o potenciales, como a las realidades
locales. Más que de construir desde afuera “territorios seguros”, debemos
apostarle al fortalecimiento de actores nacionales y locales, institucionales y
comunitarios, capaces de asumir el control de sus propios destinos y de
responder adecuada y oportunamente cada vez que una crisis conocida o inédita
amenaza su seguridad integral.
Notas:
[1] Gustavo Wilches-Chaux, “NUEVAS MIRADAS AL
TERRITORIO, LA SEGURIDAD, LA POBREZA Y LA ADAPTACIÓN AL CAMBIO CLIMÁTICO” - Artículo
publicado en inglés en la revista REGIONAL DEVELOPMENT DIALOGUE – RDD de UNCRD
(Nagoya, Japón). Volumen 30, N° 2, Otoño 2009.
[2] La palaba “estabilidad” se pone entre comillas porque corresponde a un equilibrio dinámico, o “relación estable de desequilibrios”. Es decir, a una dinámica en la cual hay momentos en que unos factores pesan más que otros, pero en los siguientes momentos la situación se invierte dependiendo de la necesidad del sistema de responder a tensiones externas o de su propio interior. Entender esto es muy importante para entender el sentido práctico de la resiliencia.
[2] La palaba “estabilidad” se pone entre comillas porque corresponde a un equilibrio dinámico, o “relación estable de desequilibrios”. Es decir, a una dinámica en la cual hay momentos en que unos factores pesan más que otros, pero en los siguientes momentos la situación se invierte dependiendo de la necesidad del sistema de responder a tensiones externas o de su propio interior. Entender esto es muy importante para entender el sentido práctico de la resiliencia.
[4]
Por ejemplo por ausencia de un “Estado de Derecho” que garantice la protección
de los derechos humanos y las libertades individuales
[5] Gustavo Wilches-Chaux, LA
SEGURIDAD TERRITORIAL COMO HERRAMIENTA PARA LA PREVENCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DE
CONFLICTOS RELACIONADOS CON EL AGUA. (Ministerio de Ambiente y Desarrollo
Sostenible – BID. Inédito a la fecha (Abril 2013)
[6]
Y por los tiempos de sus casas matrices más que por los de sus equipos de campo
3 Comments:
Excelente Gustavo ¿es posible tener acceso al documento original con fines educativos?
Alejandro Álvarez
muito bom o texto, parabéns!!!
repliquei no nosso blog!
http://gpeaufmt.blogspot.com.br/2013/05/el-conceptuario-de-la-sostenibilidad.html
gracias y abrazos desde brasil
*
Saludos, me gusta mucho leerte.
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