domingo, enero 05, 2020

Pactos por la TOTA-lidad

Nota de Enero 6, 2020 
La versión original de este artículo se publicó en el libro "Boyacá Compleja" (pág. 255), el cual fue lanzado en la Casa de Boyacá en Bogotá, el 18 de Diciembre de 2019. 
Dicha versión, a su vez, se escribió por primera vez en Julio del año pasado, pero entre ese momento y la fecha en que el libro entró a imprenta, fue necesario realizar varias actualizaciones, debido a que muchas de las dinámicas que en Julio se veían venir, en Octubre ya eran realidades palpables, algunas de las cuales incluso, ya habían superado la magnitud hacia donde se esperaba que iban a evolucionar.
Lo mismo ha seguido ocurriendo, pero con mayor velocidad y gravedad, entre la fecha del lanzamiento del libro en Diciembre pasado y el día de hoy. En particular, sin que haya culminado todavía la primera semana de Enero 2020, ya se han consolidado como dramáticas amenazas para la estabilidad planetaria y por ende para la existencia de la especie humana, dos de la crisis a las cuales se hace mención en el texto: las tensiones entre Estados Unidos e Irán que pueden conducir a una guerra de impacto global; y los mega-incendios forestales que alteran de manera grave la estabilidad hidro-climática del planeta y que ponen en un peligro aún mayor las condiciones que permiten su habitabilidad. Cuando lleguemos a los párrafos en que se hace mención a esos temas, haremos las actualizaciones necesarias, a sabiendas de que no pasará mucho tiempo antes de que esas nuevas realidades ya hayan quedado superadas. Una característica interesante del libro "Boyacá Compleja" es que del mismo existe una versión virtual, la cual precisamente se podrá seguir enriqueciendo y actualizando en tiempo real, con aportes de quienes quieran convertirse en co-autores de de esta obra diseñada para,mantener viva esa dinámica que muy bien corresponde a la complejidad de Boyacá. 
Pactos por la TOTA-lidad
Pido prestado para título de este artículo, el nombre de un proceso que con el apoyo de la Corporación Autónoma Regional de Boyacá CORPOBOYACÁ y con varios actores de la cuenca que conforman la Mesa Permanente por el Lago de Tota (1) , adelantamos en los años 2014 y 2015.
El objetivo, todavía vigente, de ese proceso que retomamos en junio 2019 y que coincide con los objetivos de la Mesa, es reconocer las múltiples y complejas interdependencias que existen entre los distintos actores institucionales y sociales, y entre estos actores humanos y los no humanos que forman parte activa e integral de esa cuenca, comenzando por supuesto por el lago mismo.
Ese conjunto dinámico de interdependencias forma una telaraña o una red que debe ser capaz de amortiguar los efectos de impactos de distinto origen, asegurándoles así “Seguridad Territorial” y resiliencia  tanto a las comunidades humanas como a los ecosistemas.
En este, como en otros procesos que he tenido la oportunidad de acompañar en varios escenarios, marcados algunos por conflictos o por crisis de distintos orígenes, partimos de la convicción compartida (a la cual hay que llegar como parte del proceso), de que los ecosistemas y sus componentes no humanos, como en este caso el lago y sus afluentes, y la flora, la fauna y los suelos, y todos los organismos que los conforman, no son “cosas” sobre las cuales los humanos podemos tomar decisiones unilaterales, sino actores-activos, muchos de los cuales han existido en los territorios desde miles de años antes de que apareciéramos los seres humanos.
Otros actores no humanos son los volcanes y otras dinámicas hidro-geológicas (como las agua termales, presentes en la cuenca que nos ocupa), las fallas geológicas y las dinámicas que éstas desencadenan al moverse. En otros escenarios, en la lista de actores se encuentran el mar, las dinámicas costeras y de los fondos oceánicos, y todos los seres no humanos que de una u otra manera intervienen en esas dinámicas, ya sea como causa o como consecuencia. Por ejemplo, los tsunamis.
Y -como nos está quedando cada vez más claro- también son actores decisorios de cualquier territorio, el clima y esa expresión del mismo que es el tiempo atmosférico o meteorológico, con todos los factores y actores (incluidos los humanos) que determinan que uno y otro sean como son y que se comporten de las maneras tan complejas como se comportan: la posición que ocupa cada territorio en la Tierra, la manera como la energía solar incide y se relaciona con ese territorio, la topografía u orografía, la cobertura vegetal, los usos del suelo, el impacto de las actividades humanas sobre los sistemas concatenados (atmósfera, hidrósfera, criósfera, geósfera, biósfera, etc).
De la conciencia de que esos componentes no humanos del territorio no son “cosas” sino actores-activos, debemos pasar necesariamente a la convicción de que es necesario concertar con ellos, por las buenas, todas las decisiones que tomemos y que impacten el territorio.
Algunas de las personas que tengan la gentileza de leer estas páginas, me habrán oído afirmar varias veces que cada vez que ocurre un desastre de origen hidrometeorológico, es decir, relacionado con el clima o el agua, basta preguntarse qué derechos fundamentales le han sido violados al agua, para identificar la causa del desastre.
Los ríos, las quebradas y los humedales que se desbordan son rebeldes sin cauce. La mayoría de los mal llamados “desastres naturales” son el reclamo que hace la Naturaleza por las malas, porque en las decisiones humanas no ha sido consultada por las buenas. (Intentemos entender con esta óptica, por ejemplo, las causas del desastre que constituye el bloqueo de la Vía al Llano).
Para poder consultar por las buenas a todos estos actores no humanos, es necesario desarrollar múltiples sensibilidades y capacidades, que incluyen por supuesto el conocimiento que aportan la ciencia y la tecnología modernas, y que a través de efectivos diálogos de saberes, mutuamente respetuosos con los conocimientos tradicionales de las culturas que se han forjado en estrecho contacto y en conversación permanente con sus territorios, pueden generar los conocimientos necesarios para relacionarnos de manera más adecuada con la Tierra.
De esos diálogos de saberes y de esas conversas con el territorio, debe surgir una ética eco-céntrica y bio-céntrica capaz de superar el antropocentrismo que muchas veces determina que los avances del conocimiento humano y sus aplicaciones tecnológicas, no se pongan al servicio de la Vida en todas sus expresiones, sino de determinados intereses que resultan incompatibles con las condiciones que hacen posible la existencia de ese maravilloso fenómeno en la Tierra.

Unas realidades cada vez más complejas… y más complicadas de enfrentar
Mientras en junio pasado me preparaba para escribir este artículo llegaban, casi al tiempo, noticias que si bien no corresponden a nuevos procesos, sí indican que una serie de realidades están alcanzando puntos críticos, algunas de ellas, como las relacionadas con el cambio climático, antes de cumplirse los plazos esperados.
Científicos de la Universidad de Alaska, por ejemplo, determinaron que el acelerado descongelamiento del permafrost (suelo permanentemente congelado en las regiones más frías del planeta), está teniendo lugar 70 años antes de lo previsto. En este momento, según los investigadores,  el planeta ha alcanzado temperaturas que no experimentaba desde hace 5.000 años. Desde hace mucho tiempo se había establecido que el descongelamiento del permafrost sería un indicador de que la crisis climática ha dado un salto cualitativo e irreversible. 
No hace mucho tiempo se registraron en Mitribah, Kwait (21 de Julio de 2016) y en Turbat, Pakistán (18 de Mayo de 2017) temperaturas de 54 grados Celsius, oficialmente reconocidas por la Organización Meteorológica Mundial OMM/WMO como las más altas que se han medido en el planeta en los últimos 76 años.
Ya estaba escrita la primera versión de este artículo cuando se informó que en el continente europeo se estaban registrando temperaturas que batieron nuevos récords.
 
Cuando, el 18 de Junio pasado, el meteorólogo colombiano Christian Euscátegui nos compartió por Twitter esa información confirmada por la Organización Meteorológica Mundial OMM/WMO, agregó que, de acuerdo con datos del IDEAM, la temperatura más alta registrada en nuestro país ha sido hasta ahora de 45 grados en Puerto Salgar, Cundinamarca en Diciembre de 2015.
No resulta posible realizar una comparación “lineal” entre las características de este puerto colombiano sobre el río Magdalena y las de los puntos mencionados en Pakistán y en Kwait, pero no me cabe duda de que en esa diferencia de casi 10°C han influido a nuestro favor, los múltiples amortiguadores ecosistémicos con que contamos en nuestro país y que constituyen “ventajas comparativas para coevolucionar con el cambio climático 
En Julio 2019 se pronosticaba que ese mes podría llegar a ser el más caliente en la Tierra desde que se llevan registro, lo cual quedó totalmente confirmado en Agosto.
A mediados de Diciembre ya se sabía que esa había sido la década más caliente jamás registrada hasta ese momento.
2019: Arden el Amazonas y el África
2019-2020 Arde Australia

Poblaciones desplazadas
Otra de las noticias a que me refiero fue la que publicó El Espectador el 19 de Junio, de acuerdo con la cual Colombia es hoy el país con más desplazados internos del mundoDice así:
Desde 2015, [Colombia] es el país que más desplazados internos tiene, superando a Siria que ya llega a 6’183.900, luego de más de ocho años de una guerra civil. Así lo reportó el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en su informe “Tendencias globales: desplazamiento forzado en el 2018”, que se publicó hoy.
En el mundo el desplazamiento forzado se incrementó durante el año pasado, pues la cifra de desplazados llegó a 41,3 millones de personas, 1,3 millones más que en 2017. Además, es la cifra más alta que ha reportado el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IMDC, por sus siglas en inglés), que desde 1998 documenta este fenómeno a escala mundial.
En Colombia 7’816.500 de personas han huido de la violencia. Supera a República Democrática del Congo, Somalia, Etiopía, Nigeria y Yemen. Durante el 2018, según el documento, 118.200 colombianos abandonaron sus hogares huyendo de la guerra.
Estas cifras aterradoras no incluyen a los cerca de dos millones de migrantes y refugiados venezolanos que, “según datos de las autoridades nacionales de inmigración y otras fuentes” que recogen la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), han llegado al país. Esa cifra sigue aumentando y no es fácil saber con exactitud hoy cuantos son.
De acuerdo con estas instituciones internacionales, esta población venezolana constituye 
…uno de los grupos de poblaciones desplazadas más grandes del mundo.
El ritmo de la salida de Venezuela ha sido asombroso. Unos 695.000 a fines de 2015, la cantidad de refugiados y migrantes de Venezuela se ha disparado a más de 4 millones a mediados de 2019, según datos de las autoridades nacionales de inmigración y otras fuentes. En solo siete meses desde noviembre de 2018, el número de refugiados y migrantes aumentó en un millón.
Recordemos que tras la guerra civil que disparó la crisis humanitaria de Siria, existieron razones climáticas (sequía severa y prolongada) que no viene al caso analizar a fondo aquí.

Crisis alimentaria actual y potencial
A esas dos dinámicas que están confluyendo en tiempo real -la crisis climática global y las crisis humanitarias por desplazamientos internos y migraciones forzadas a nivel internacional- hay que sumarles otras que de una u otra manera también van a generar implicaciones sobre los territorios colombianos: la crisis alimentaria que determina que “113 millones de personas en 53 países experimentaron niveles elevados de inseguridad alimentaria en las crisis alimentarias más graves del mundo en 2018”  ; los pasos que están dando las grandes economías del mundo hacia la que puede ser una recesión que varios analistas pronostican que “puede ser peor a la de 2008”.

Tensiones crecientes entre Estados Unidos e Irán
Mientras escribía la primera versión de este documento, ya comenzaban a incrementarse en tiempo real las tensiones entre los gobiernos de Estados Unidos y de Irán.
 
Escribí entonces: "Confiemos que, como ha sucedido otras veces (con Corea del Norte, China, Rusia y con el mismo Irán), esta vez ese amago de crisis entre Estados Unidos e Irán se logre enfriar. Pero si efectivamente llegara al mundo una confrontación nuclear -o incluso convencional pero de implicaciones globales-, Colombia debe estar preparada para amortiguar los efectos de todas las dinámicas mencionadas que, repito, salvo la posibilidad de una recesión económica mundial y la guerra USA-IRÁN, no constituyen advertencias prospectivas, sino crisis en pleno desarrollo actual."
Ahora, en los primeros días del mes de Enero de 2020, esa crisis ya ha pasado del estado de "agudización de tensiones" a una fase de clara confrontación bélica, con motivo del asesinato por parte de Estados Unidos, del líder Qasem Soleimani, considerado el jefe militar más poderoso de Irán.
Mientras esto escribo, crecen la incertidumbre y el temor a nivel mundial, pues "Trump amenaza con atacar 52 objetivos iraníes si Teherán toma represalias". a lo cual por supuesto ha respondido Teherán.
En este momento esta es una de las llamadas "Noticia en desarrollo", y existe la posibilidad de que en los próximos días ocurran hechos capaces de cambiar para siempre -y no para bien- el curso del siglo actual. Ni Colombia como país, ni ninguno de sus territorios, pueden considerarse exentos de recibir el impacto de una confrontación mundial.
A estas hay que sumarles los procesos internos que simultáneamente constituyen amenazas, vulnerabilidades y riesgos, y que en algunos casos ya están convertidos en desastres: los asesinatos sistemáticos de líderes sociales: solamente en la semana que precedió al 2 de Octubre, asesinaron 6 líderes indígenas en el Cauca, lo cual da una idea del ritmo aterrador con que se están llevando a cabo estos crímenes en el país. Al terminar el año, se constató que a lo largo de 2019, en promedio cada cinco días asesinaron a un líder social en el Norte del Cauca, tendencia que empezando el 2020 no parece cambiar. Los pasos efectivos que se están dando para cumplir la promesa de “volver trizas el acuerdo de paz”; el reencauche de un conflicto armado absurdo en la cual siguen perdiendo la vida decenas de jóvenes colombianos obligados a pelear una guerra por intereses que no los representan; el deterioro acelerado de ecosistemas estratégicos para la seguridad climática, la seguridad hídrica, y la seguridad, soberanía y autonomía alimentaria; la evidencia diaria de que el país no solamente no está preparado para enfrentar los efectos de dinámicas extremas “excepcionales” propias del cambio climático, como tampoco para enfrentar muchas manifestaciones propias de la variabilidad climática.

Alianzas para la Esperanza
Retomo aquí el título de una charla reciente que hice en el IV Festival del Oso de Anteojos que se llevó a cabo en Jericó, Antioquia, entre el 31 de Mayo y el 1° de Junio: “Los humanos solos no podemos: necesitamos alianzas con todos los seres vivos del planeta”.
Pese a las múltiples amenazas que pesan sobre a integridad y la diversidad de los territorios colombianos (diversidad climática, ecosistémica, étnica, cultural y en muchos casos económica, todas interrelacionadas entre sí), aquí encontramos todavía los clavos y las hamacas necesarias para tejer esa red o telaraña capaz de aguantar el impacto de los balonazos que pueden atentar contra las condiciones que hacen posible que exista la vida en este país.
Los actores humanos y no humanos de nuestros territorios somos las arañas capaces de realizar esos tejidos o de reponerlos cuando han sido afectados por la materialización de alguna amenaza de origen humano o natural (por ejemplo la violencia, o un terremoto, una erupción volcánica o un extremo climático). A pesar de todo el sufrimiento multidimensional que agobia a las comunidades colombianas, también abundan ejemplos de eso que hoy se conoce como resistencia y resiliencia o capacidad de recuperación a nivel colectivo o individual.
Volvamos entonces a los “Pactos por la TOTA-lidad”, para hacer un llamado expreso y concreto a los distintos actores humanos y no humanos que constituyen todos esos territorios que conforman ese gran territorio que es Colombia, y en el caso particular de este libro, que conforman a la Boyacá Compleja.
Unas alianzas concertadas y tejidas entre toda esa gama de ecosistemas que se describen en otros capítulos de este libro, entre las culturas que han surgido de la convivencia no siempre tranquila con las dinámicas naturales, y con todas esas otras que se cobijan bajo el nombre de “la Historia”; unas alianzas que permitan identificar intereses comunes para que desde esa comunión –“unidad en lo común”- se puedan transformar pacíficamente los conflictos sin necesidad de matarnos entre humanos, ni matar los ecosistemas, ni dar papaya para que las dinámicas de la naturaleza se conviertan en amenazas que nos puedan dañar.

En esa caja de “Herramientas para la crisis”  que es nuestro territorio, está lo que necesitamos para tejer las telarañas que nos permitan aguantar el impacto de las dinámicas destructoras que puede provenir del exterior o de nuestro propio país.

A tejer pues

Posdata: en los meses de septiembre y octubre se comenzaron a dar la primeras puntadas para el tejido de la que se espera que sea una red de lagunas conformada inicialmente por el lago de Tota, la laguna de Fúquene y la laguna de la Cocha. No solamente se encuentran en esa onda las Corporaciones Autónomas Regionales de Boyacá (Corpoboyacá), Cundinamarca (CAR) y Corponariño, sino que se están vinculando organizaciones sociales y ambientalistas y movimientos de jóvenes. El Ministerio de Ambiente y la Cooperación Internacional comienzan a acompañar ese proceso. Dado que el país se encuentra a pocos meses de que se produzcan cambios en las Gobernaciones, las Alcaldías y las Corporaciones Autónomas Regionales, el papel de la sociedad civil y de los actores no humanos del territorio, comenzando en este caso por las lagunas mismas, es la principal garantía para la continuidad de estos procesos que no se rigen por calendarios políticos sino por otro tipo de dinámicas, de ritmos y de prioridades.
Continuará...

(1) La Mesa Permanente por el Lago de Tota se constituyó formalmente el 14 de Junio de 2013 y desde su creación ha logrado varios avances, particularmente en la vinculación a la misma de actores institucionales y autoridades locales y nacionales, así como de líderes comunitarios y del sector productivo cuyas actividades dependen del Lago. Unos de eso avances se han alcanzado en el campo de la transformación pacífica de conflictos. La Mesa cuenta con el apoyo de la Agencia Francesa de Cooperación AFD y del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.